Los matices a «la prohibición» de tres insecticidas que matan a las abejas
La Unión Europea acaba de prohibir los tres insecticidas neonicotinoides más comunes que, tal como se ha demostrado, son responsables de la muerte de millones de abejas en el mundo.
Es una buena noticia, eso es indiscutible, pero sólo si se mira como una primera victoria en una senda que va mucho más allá. La realidad es que el objetivo final no debe de ser que se prohiban estas tres sustancias sino que se prohiban todos los plaguicidas que producen daños a las abejas.
Son muchas las organizaciones, grupos y asociaciones que han estado presionando para conseguirlo y ciertamente han hecho un trabajo excelente. Sin embargo, no creo que deba de celebrarse como un éxito rotundo por varias razones:
1) La primera razón es que no es una prohibición total. Se permite el uso de los tres insecticidas en los «invernaderos permanentes». Siendo así, no es cierto que se hayan prohibido sino que, más bien, se ha restringido su uso a estos invernaderos. Lo siguiente que me pregunto es ¿Qué son los invernaderos permanentes? Por ejemplo, ¿Los invernaderos sembrados en miles de hectáreas a lo largo de Almería, Murcia y Alicante se consideran permanentes o simplemente impermanentes aunque lleven ya años y estén además reproduciéndose como setas? Y, siguiendo con las preguntas, ¿Por qué sí que se permite su uso en ese tipo de invernaderos? ¿Quién decide lo que es o no es un invernadero permanente? ¿Acaso el aire de esos invernaderos se queda encerrado como en una cápsula y no se mezcla con el resto del aire del planeta? ¿Acaso el agua que utilizan y que se contamina con el plaguicida no se mezcla con el resto del agua subterránea que circula bajo tierra y llega a los manantiales, ríos y mares? ¿Es que no hay abejas que estén intentando sobrevivir alrededor de estos invernaderos? En fin, que, aplicando una lógica mínima, el asunto hace aguas por todas partes.
2) La segunda razón es que se ha limitado el uso de tres de estas sustancias pero ni son todos los neonicotinoides que existen ni tampoco se han prohibido el resto de plaguicidas que también matan a las abejas aunque no sean neonicotinoides. En conclusión, las abjeas van a seguir muriendo envenenadas.
Los plaguicidas forman parte de los agrotóxicos que la industria química ha introducido en el campo bajo el bonito nombre de fitosanitarios y que envenan la tierra, el aire y el agua del planeta. No sólo afectan a las abejas. Todos los seres vivos estamos sufriendo mermas en nuestra salud debido al uso incontrolado y continuado de estas sustancias tóxicas. Lo que están realizando estos productos químicos es un ecocidio a escala mundial.
3) La tercera razón es que se trata de una prohibición europea pero ¿Qué pasa con el resto del planeta? ¿De qué sirve que no se utilicen parcialmente en Europa si se van a seguir usando de forma masiva en el resto del mundo?
En conclusión, o se realiza una prohibición mundial de todos los plaguicidas tóxicos o lo único que se está haciendo es poner tiritas a una herida que nos está desangrando. Ya no hay tiempo para eso. La situación es grave y urge tomar decisiones radicales y no a medias tintas. Sinceramente, espero que todo este movimiento ciudadano no se quede ahí y continúe trabajando para conseguir la verdadera victoria para las abejas y para el resto de la vida del planeta.